La parabola del sembrador
La parábola del sembrador es una de las parábolas más conocidas de Jesús, encontrada en los Evangelios de Mateo (13:1-23), Marcos (4:1-20) y Lucas (8:1-15). La parábola describe un sembrador que sale a esparcir semilla, la cual cae en cuatro tipos de terreno diferentes, produciendo resultados distintos.
La Parábola
Un sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, algunas semillas cayeron a lo largo del camino y las aves se las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra; las plantas brotaron pronto porque la tierra no era profunda, pero cuando salió el sol, se marchitaron y se secaron porque no tenían raíz. Otras semillas cayeron entre espinos, que crecieron y las ahogaron. Pero algunas semillas cayeron en buena tierra, donde dieron fruto, a veces cien, a veces sesenta, y a veces treinta veces lo que se había sembrado.
La Explicación y la Enseñanza
Jesús mismo explica el significado de la parábola a sus discípulos. La parábola es una metáfora de cómo las personas reciben el mensaje del reino de Dios. El sembrador es Jesús (o cualquier persona que difunde la palabra de Dios) y la semilla es el mensaje o la palabra de Dios. Los cuatro tipos de terreno representan las diferentes condiciones del corazón humano que reciben este mensaje.
El camino: Representa a las personas que escuchan el mensaje pero no lo entienden. El maligno (las aves) viene y se lleva lo que se sembró en su corazón. Su corazón es duro y no permite que la palabra eche raíz.
El terreno pedregoso: Representa a aquellos que reciben el mensaje con alegría al principio, pero no tienen raíces profundas. Cuando surgen problemas o persecución (el sol ardiente) a causa del mensaje, se apartan de él fácilmente.
Los espinos: Representan a quienes escuchan la palabra, pero las preocupaciones de la vida, el engaño de las riquezas y los deseos de otras cosas la ahogan, impidiendo que dé fruto.
La buena tierra: Representa a los que oyen la palabra, la entienden, la aceptan y la retienen en un corazón noble y bueno. Su vida produce fruto espiritual abundante.
La enseñanza principal es que la respuesta de las personas al mensaje de Dios no depende de la semilla (que es la misma para todos), sino de la condición de su propio corazón. El fruto que se produce es una evidencia de un corazón que ha permitido que la palabra de Dios eche raíces profundas y crezca sin obstáculos.
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